El sadomasoquismo va más allá de experimentar placer a través del dolor. Es una práctica en la que se establecen roles de dominante y sumiso, permitiendo a las parejas explorar dinámicas de poder en un entorno seguro y controlado. Para parejas que no practican el BDSM habitualmente, asumir estos roles de manera ocasional puede aportar un estímulo diferente en sus encuentros íntimos, siempre que se haga de forma consentida y deseada por ambas partes.

Es fundamental que todas las prácticas dentro del BDSM sean consensuadas y respeten los límites de cada persona. Cuando se llevan a cabo en un entorno seguro y sin generar malestar en la pareja, el BDSM es una práctica saludable y no patológica. La clave está en establecer límites claros, acordar lo que está permitido, y definir una señal de seguridad para saber cuándo detenerse. Estas medidas aseguran una experiencia enriquecedora y placentera, respetando siempre el bienestar emocional y físico de ambas personas involucradas.